La Fraternidad de Francisco ha terminado de repartir las cuarenta toneladas de alimentos que recibió el pasado mes de julio desde el Banco de Alimentos de Asturias, un apoyo necesario para muchas familia en unos momentos en los que la crisis generada por la epidemia de la COVID-19 sigue golpeando a muchas familias.
De hecho, tan solo en la Fraternidad de Francisco se ha registrado a 711 familias desde el inicio de la crisis, según explica Agustín Albuerne, presidente de la organización humanitaria. Para hacerse una idea, antes de la crisis la entidad apoyaba a 283 familias. El impacto de la crisis ha afectado a todas las clases sociales y se reproducen situaciones de necesidad en grupos familiares que han visto como el confinamiento y la inesperada pérdida de empleo se ha llevado por delante ahorros y perspectivas de futuro. De hecho, el pasado mayo cerca de sesenta personas de las atendidas se encontraban bajo alguna forma de regulación laboral, bien temporal o de suspensión, y necesitaban ayuda por este motivo sobrevenido.
«Mantenemos el reparto diario de menús. Ahora estamos en una media de 110 al día, aunque en los momentos más duros llegamos a picos de doscientos menús diarios», explica Albuerne. Además, junto a los menús, la Fraternidad mantiene la distribución diaria de alimentos. «Intentamos ayudar a veinte familias, cada día, pero no resulta fácil, nos obliga a un gran esfuerzo», explica.
Y es que detrás de cada entrega se encuentra un gran trabajo de logística y organización por parte de la Fraternidad de Francisco. Por una parte, se encuentra la recepción de los alimentos. «Estamos recibiendo muchas donaciones. El Banco de Alimentos es un aporte fundamental y en estos días estamos terminando la distribución de las cuarenta toneladas que nos llegaron en julio. Posiblemente estamos repartiendo una tonelada diaria o estaremos muy cerca de esa cantidad», asevera.
Pero las aportaciones vienen de más puntos. La Fundación Alimerka es otra entidad que colabora con la Fraternidad, pero también «contamos con el apoyo de muchas familias y empresas locales. Son muchos los comercios que a diario nos donan alimentos y nos apoyan. También son esenciales y demuestran la generosidad que siempre han tenido los avilesinos», comenta Albuerne.
La solidaridad no solo se traduce en las ayudas que se reciben. La Fraternidad trabaja en red con el resto de organizaciones sociales de la ciudad para tratar de sumar esfuerzos y que, cada una, en función de sus capacidades, pueda respaldar a las personas con necesidades.
Una vez que se cuenta con los productos, hay que organizar los lotes. Se trata de realizar paquetes homogéneos, con una serie de productos que cubran todo el abanico de alimentación y aseguren una dieta lo más equilibrada posible. Otra clave es que las donaciones deben ser adecuadas al número de miembros de una familia. No son iguales las necesidades de un hogar con tres adultos que las familias hogares en los que hay menores al cargo.
Como criterio general, se intenta que cada familia reciba un suministro de veinte kilos de alimentos por persona, con lo que dispondría de capacidad para subsistir hasta recibir el siguiente paquete.
Además, todo ese trabajo se debe organizar con un menor número de voluntarios posible. «Antes de la crisis la Fraternidad contaba con unas cincuenta personas que venían habitualmente a colaborar, pero como medida de seguridad, los perfiles de riesgo no participan y esto nos deja en unos veinte voluntarios, con lo que la carga de trabajo se incrementa», comenta Albuerne.
El sistema de cita previa y la organización por tramos horarios facilita la actividad, aunque también forma parte de las medidas de prevención frente a contagios de SARS-Cov-2.
«Mantenemos cerrada la Fraternidad como espacio de encuentro que era antes. Ahora mismo, si se registrase un contagio habría que suspender el reparto de alimentos y sería una verdadera catástrofe humanitaria. Muchas personas no tendrían para comer», señala Albuerne.
La Fraternidad cuenta con un trabajadora social que realiza entrevistas además de otros recursos de apoyo en función de las necesidades de cada persona. «Si es necesario, se hacen encuentros presenciales, pero manteniendo las medidas de seguridad al máximo. Es algo prioritario, tanto por las propias personas que vienen como nosotros y por la propia institución. No nos podemos permitir tener un cierre», comenta su presidente.
De momento, la Fraternidad no cuenta con fecha de reapertura para que sea un lugar de encuentro para cualquier persona que quiera acercarse. Este fue uno de los argumentos principales con los que la Orden Franciscana Seglar de Avilés y Mensajeros de la Paz pusieron en marcha este proyecto en diciembre de 2017. Desde el principio también se buscó ayudar a las personas con necesidades, si bien a raíz de la epidemia de COVID-19 la demanda de ayudas se ha disparado. Cuando comenzaron a repartir los alimentos, los miembros de la Fraternidad contaban con apoyar a unas treinta familias al mes, una cifra que no ha parado de crecer.
Las actividades internas también se han suspendido en aplicación de los criterios de prevención que ha emitido el Principado de Asturias y que se respetan a rajatabla.
Además de la omnipresente mascarilla, se mantiene la distancia social entre los voluntarios que se encuentran en el interior del local. Las personas que acuden a por los lotes de alimentos no llegan a entrar y lo reciben desde la puerta. La cita previa permite evitar que se formen aglomeraciones y, con ello, situaciones de riesgo para el contagio del virus. Y en cada jornada se reservan unas horas para la completa limpieza y desinfección de los locales.