Año 1560. Fr. Pedro de Alcántara instala a sus frailes en Arenas y, junto a la ermita de San Andrés del Monte, tratará de construir un pequeño conventito, similar, metro más a menos, al que había construido en El Palancar en Pedroso de Acím, Cáceres, (100 m2).
A la sombra del convento, crea la Tercera Orden Franciscana, cuya historia de cuatro siglos y medio hemos tratado de narrarnos en este libro.
Las principales fuentes documentales, sin duda, se encuentran en los libros de Actas y de Cuentas de la Fraternidad, pero eso solo es a partir de finales del siglo XIX principios del XX; la documentación anterior a esta fecha, si es que la hubo, ha desaparecido, por lo que, al emprender este trabajo, nos vimos en la necesidad, si queríamos saber algo de la Fraternidad durante esos tres primeros siglos, de centrar nuestra atención en la necesaria y obligada relación que hubo de haber entre la Fraternidad seglar y el convento alcantarino de San Andrés. Rastreamos el Archivo conventual y con los documentos hallados que hablaban de la vida de los llamados “Terceros”, encontramos indicios sobrados de la vida y de la espiritualidad de estos franciscanos de “tercera fila” y de que sus directores espirituales no fueron otros que los mismos guardianes del convento. Por lo que sus miembros no fueron ajenos a los avatares sociales y políticos de cada época en Arenas y en España.
Llamados y Elegidos es un libro de lectura y consulta. Lectura pausada que no exige necesariamente seguir el orden cronológico que proponemos. “De obligada consulta para los historiadores sobre el franciscanismo y hecho religioso en la comarca de Arenas”, como muy bien afirmaba el presentador del libro D. José David de la Fuente. Una voz autorizada como es la del prestigioso historiador astorgano, Máximo Álvarez Rodríguez afirma que, “si en los libros de historia quitáramos el elemento religioso, los demás elementos quedarían reducidos a la mínima expresión y no se entendería casi nada”.
El libro que os presentamos hoy, Llamados y Elegidos, no solo tiene un valor sentimental, ni solo es un recuerdo agradecido a todos los hermanos que profesaron en la Venerable Orden Tercera, hoy Orden Franciscana Seglar en Arenas de San Pedro: creemos que es un documento valioso, no solo para los hermanos de la Orden que descubrirán cómo vivían colectivamente la fe sus antecesores, sino también para los estudiosos de la historia de Arenas y público en general.
Los títulos de las distintas secciones reflejan muy bien la situación de la Fraternidad en cada etapa. En “Los primeros tiempos” hablamos de algunos aspectos de la vida de San Pedro de Alcántara en los dos últimos años de su vida, especialmente sus viajes a pie, o a lomos de un borriquillo. Las dificultades que le surgieron para la fundación del convento, y las personas, con nombre y apellidos, a las que frecuentó. Algunos de estos “hermanos”, como los frailes gustaban llamar a los terciarios, (aunque no todos los que recibían el apelativo de “hermanos!” eran terciarios), después declararon como testigos en el Proceso de Beatificación de Fr. Pedro, y en sus declaraciones nos aportaron detalles de la vida del santo interesantísimos. La Casa de las Beatas, situada en el prado Escalonilla, como primer refugio para esos primeros frailes. Quiénes fueron aquellos primeros religiosos, que acompañaron a Fr, Pedro, y con los que el Santo formó la primera Fraternidad religiosa, junto a la pequeña ermita de San Andrés del Monte, etc.
Pero no todo fue de color de rosa, ni de tranquilidad monástica. Vendría “La Gran Prueba” que sufriría la Fraternidad como consecuencia de los acontecimientos acaecidos en el convulso siglo XIX. La sanguinaria incursión de tropas napoleónicas en Arenas, un aciago y triste día 25 de febrero de 1809 con su secuela de muertos, de casas incendiadas y de destrucción de archivos y de gran parte del patrimonio artístico, o la expulsión de los frailes alcantarinos por la llamada Desamortización de Mendizabal de 1836
Por fin, el regreso, siempre deseado por los arenenses, de los franciscanos al convento en 1878; no como Comunidad religiosa tal como la concebimos ahora y era tenida hasta entonces, no se les autorizaba legalmente a constituirse en Comunidad, por lo que los religiosos venidos de Filipinas, se establecían en San Andrés del Monte como “… dependencia y ampliación del Colegio de Misiones que la Provincia Franciscana tenía en Pastrana (Guadalajara)”. Pero ello permitió iniciar una nueva etapa de la Fraternidad al final del s. XIX. que hemos calificado como, “Resurge la vida”.
Lo que va desde este momento hasta nuestros días está estudiado con detalle, ya que existe abundante documentación: el número de hermanos, el nombre de sus Ministros/as y el de sus directores, los guardianes del convento, sus celebraciones religiosas, y su activa participación en todos los eventos de carácter religioso de Arenas: el congreso eucarístico, el centenario de la muerte del santo, son acontecimientos que forman parte substancial del latir religioso de Arenas y de esta Fraternidad Franciscana. Aunque no todo son rosas y laureles: el camino, a veces se hace escabroso y difícil: “Entre luces y sombras”, “Prueba de fuego”, con una guerra civil de por medio que hubo de sufrir trágicamente el pueblo de Arenas, al final de todo lo cual resurge la Fraternidad y se inicia una progresiva revitalización que acaba con una etapa llena de esperanzas en la última década.
Siguieron el paso firme dado desde la Orden en su estructura interna, a partir del Concilio Vaticano II, y con la publicación de la nueva Regla (1978) y Constituciones Generales (2000), se estabiliza el sentimiento evangélico, saliendo de una monótona actividad de cofradía piadosa a un sentirse, con la Iglesia de nuestro tiempo, llamados a una misión especial dentro del mundo actual.
Al final de cada capítulo del libro hacemos notar la proyección pastoral, asistencial y cultural que han llevado y llevan a cabo los hermanos de la Orden Franciscana Seglar arenense, a favor de los enfermos y de los que sufren la soledad y el “descarte” del que habla el papa Francisco.
Pero la Fraternidad no está sola, siempre está apoyada y animada no solo por su asistente espiritual, un franciscano del convento, sino que mantiene vivo el lazo de unión con el resto de hermanos tanto a nivel Local, de Zona o Nacional; asistiendo y participando de forma activa, en Congresos o Encuentros a distintos niveles. Siendo siempre relevante su Formación permanente, tanto a nivel eclesial como a nivel de Orden Franciscana, sintiéndose Familia con las demás ramas de religiosos y religiosas franciscanas.
Finalmente, sobre el libro os diré, que 8 páginas de bibliografía, abalan la autenticidad de la documentación manejada, siendo más de 40 fuentes manuscritas consultadas y más de 70 obras impresas de diversos autores relacionados y especializados en espiritualidad franciscana.
6 años de intenso trabajo, que, a veces, nos ha llevado al desánimo y desaliento, pero hoy damos gracias a Dios porque mereció la pena.
La verdad es que, como afirma Fr, Carlos Bermejo en la presentación, “Los hermanos de la O.F.S. no quisieron hacer historia, sino vivir la vida desde la sencillez de su fe y la discreción de su entrega”.