La Fraternidad de Francisco en Avilés, gestionada por la Orden Franciscana Seglar y Mensajeros de la Paz Asturias, ha visto reconocida su labor solidaria con sendos premios de la Asociación Pedro Menéndez y la Cofradía del Colesterol Bueno. Una vocación de ayuda a los más desfavorecidos que comenzó en 2017 y de la que nos ha hablado el ministro de la Orden, Agustín Albuerne.
¿En qué consiste su labor?
Es una iniciativa de Iglesia en salida con la que buscamos acercarnos a las periferias existenciales, a todas esas personas que están en situaciones de vulnerabilidad y sufrimiento. El objetivo es acoger, consolar, animar y en definitiva la promoción de quienes están en mayor riesgo de exclusión y soledad. El sufrimiento tiene muchas caras y ahí queremos estar porque todos los esfuerzos son pocos. Por eso es necesario poner en valor el trabajo de escucha y acompañamiento: hay una cuota alta de tristeza y desesperación agravada además por lo que estamos viviendo que destroza por completo hogares y ahonda aún más en esos sentimientos. Somos la puerta de los más pobres que necesitan ayudan y consuelo.
¿Cómo ha evolucionado la situación estos meses?
En verano se notó una cierta atenuación, pero ahora mismo lejos de reducirse la demanda de atención estamos con un repunte importante. Las expectativas no son muy positivas y la gente está preocupada. Cuando la Fraternidad tomó la decisión de atender el espacio vacío de la Cocina Económica, que no hay en Avilés, empezamos con 25 o 30 menús diarios y hemos llegado a los 200 día con una media de 120 a 130. En este caso hablamos sobre todo de personas que están en la calle o que viven en infraviviendas en ruinas sin agua ni luz. Aparte tenemos un programa de lotes de comida con el que atendemos a 840 familias. En el último reparto realizado con la ayuda de la Unión Europea se distribuyeron 52 toneladas. Una cantidad que puede parecer mucho, pero cuando se habla de 2.500 personas beneficiarias ya no lo es tanto. También gracias a Dios se constata el corazón de la sociedad que responde y muestra su solidaridad.
¿De qué manera lo hace?
Todos los días hay testimonios de personas que se quitan algo a sí mismas para donarlo. La primera donación es el tiempo el cariño y la generosidad de los voluntarios y su esfuerzo por derramar ternura, compasión y paciencia. Además del compromiso de particulares, empresas y entidades como las fundaciones Banco de Alimentos o Alimerka y pequeños negocios de barrio que nos ayudan todos los días.
¿Con qué situaciones se encuentran?
Ves el rostro de las personas y te das cuenta de que aquel que está cerca de ti también lo está pasando mal y necesita nuestra ayuda, que hay conceptos que son reales como una cola de hambre o personas que están muy solas. Ojalá no tuviésemos que estar ahí, pero nuestra presencia es muy necesaria, si la Fraternidad tuviese que cerrar un día sería un drama humanitario en nuestro entorno. Somos un recurso imprescindible. Por otro lado, la frecuencia con la que nos visitan es muy alta y así te permite identificar rápidamente necesidades. Trabajamos mucho en red con otras entidades, algo nos refuerza a todos y permite también descubrir problemas. Por ejemplo, tenemos personas que viven solas y están en tratamientos de quimio o radioterapia y la intervención en ese caso va función de los ciclos de tratamiento. Requiere una gestión dinámica. U otras iniciativas como el programa de alfabetización porque, aunque parezca increíble todavía hay personas con dificultades para leer y escribir.
¿Cómo se puede ayudar a la Fraternidad?
Necesitamos más voluntarios, los que tenemos ahora mismo hacen una labor increíble: son extraordinarios. En nuestro caso nos vendría bien ayuda a la hora de planificar porque para dar de comer a 130 personas al día es necesaria mucha planificación de cara a poder distribuir los recursos que tenemos. Por eso necesitamos apoyo tanto en alimentos como en corazón y tiempo: toda ayuda es bienvenida.